Aquel 12 de agosto del año 1936 también era miércoles. A las cinco y quince de la mañana salieron del vapor Uruguay, que hacía las funciones de cárcel flotante, los generales D. Manuel Goded Llopis, y D. Alvaro Fernández Burriel. Sus carceleros los embarcaron en una gasolinera que los tenía que dejar en tierra, y allí los metieron en una camioneta de los Guardias de Asalto que llevaba el número 30, para ser trasladados al Castillo de Montjuich. Habian sido condenados a muerte por un tribunal militar y se iba a cumplir la sentencia en el foso de Santa Elena, que anteriormente ya había sido utilizado para otras ejecuciones.
Ambos habían recibido los auxilios espirituales de un sacerdote castrense que también estaba preso. Goded iba de uniforme pero sin fajín ni correaje y cubría su cabeza por una gorra militar.Había dedicado sus últimas horas a su aseo personal y a despedirse de su hijo, que le había acompañado desde Mallorca y se encontraba preso también el el Uruguay. Su compañero Fernandez Burriel, que vivía en Barcelona, había tenido la oportunidad de despedirse de su esposa e hija, y llegaba al castillo vestido de paisano y calzando unas zapatillas.
Al llegar a la explanada de entrada en el castillo, descendieron de la camioneta y se les acercó un Comandante de Estado Mayor vestido con un mono azul, y conocido de Goded, que pertenecía al mismo Cuerpo. Con cara compungida, aquel comandante se acercó a recibir los dos generales, y Goded le dijo: "No se preocupe por mí, Perico, porque yo me marcho. El problema es para ustedes, que se quedan con todo esto". Y al decirlo señalaba a un grupo de milicianos que estaba allí para presenciar la ejecución, y que habían seguido a la fúnebre comitiva en treinta y tres automóviles.
La ejecución se iba a realizar de acuerdo con el Reglamento Militar y en la explanada se encontraban en correcta formación fuerzas de la Guardia Civil, Asalto y Mozos de Escuadra, En la puerta de entrada estaba también la guardia del Castillo formada por un pelotón de milicianos.
Los dos generales, acompañados por su defensor, Comandante Aymat, que había permanecido toda la noche junto a sus defendidos, y custodiados por la fuerza pública y Milicias Antifascistas penetraron en el interior de la fortaleza. Como se tardó un tiempo en llevar a cabo la ejecución, Goded lió un cigarrillo con toda tranquilidad, y estuvo charlando con sus acompañantes.
El piquete de ejecución pertenecía al Regimiento de Infantería Almansa, de guarnición en Tarragona, -quizás el único Regimiento entero que quedaba en Cataluña porque su Coronel Sr. Martinez Peñalver no se había sublevado- y estaba al mando de un Capitán que fué el encargado de dar la orden de fuego y los tiros de gracia reglamentarios.
Julian Zugazagoitia, director de "El socialista" y más tarde Ministro de Gobernación y secretario de Defensa en los Gobiernos de Juan Negrin, escribió en su libro Guerra y vicisitudes de los españoles, lo siguiente:
Julian Zugazagoitia, director de "El socialista" y más tarde Ministro de Gobernación y secretario de Defensa en los Gobiernos de Juan Negrin, escribió en su libro Guerra y vicisitudes de los españoles, lo siguiente:
"Cuando al general Goded le llegó el momento de ser fusilado, fusilamiento que no pudieron evitar las gestiones políticas, inferiores en fuerza coactiva a las presiones de las masas catalanas, que urgían el cumplimiento de la sentencia, el reo se presentó ante los soldados perfectamente vestido y afeitado. Había dedicado a su última compostura cuidados minuciosos. Con un cigarrillo en la mano, bien pegada la ceniza al fuego, asistió a los preparativos del pelotón y, cuando todo estuvo listo, aspiró una bocanada de humo, arrojó la punta del pitillo y, afirmando los piés a la tierra, miró como los fusiles le enviaban la muerte a clavársele en el pecho. La trompetería de la tropa presente alborotó la mañana con la notificación de que la justicia estaba hecha".
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