miércoles, 7 de agosto de 2013

Cyrano de Bergerac

Yo no lo quito

Al leer La Gaceta nos encontrramos con una nota del historiador J.J. Esparza en la que nos dice que se cumplen años de la caida de Lérida,en agosto de 1640, en manos de Felipe IV, ciudad que había caido en manos de los franceses dentro de lo que se conoce como La Guerra de los 30 años, en la que la católica Francia con su Cardenal Richelieu a la cabeza se pone al lado de los protestantes para evitar el predominio en Europa del Imperio de los Habsburgo.

En aquella guerra, en la que Cataluña jugó un papel poco importante, pero necesario a los intereses de Richelieu, que eran, naturalmente, los de Luis XIII de Francia, que consigue debilitar a Felipe IV organizando aquella guerra "dels segadors" que hoy celebra la letra del himno de la Comunidad Autónoma Catalana.

Pero, mientras se recuperaba Lérida de los franceses, también por estas fechas se perdía la plaza de Arras defendida por escasas tropas españolas que se defendieron tan bravamente que, tras tener que capitular,  abandonaron la plaza formados en orden de parada y desfilando por delante de las tropas francesas. Una batalla más de las que terminaron por apagar aquella brillante época de nuestra Historia.

Nosotros no trataríamos este tema si no fuera porque en uno de los contraataques españoles a las fuerzas sitiadoras fué herido un personaje histórico más conocido por el cine y el teatro francés que por sus propias obras  literarias. Este personaje se llamaba Cyrano de Bergerac.



Cyrano era un gran espadachín que había elegido la carrera militar entrando en el cuerpo de Mosqueteros del Rey en el año 1639, a las órdenes del capitán Carbon de Casteljaloux., y su carrera como soldado duró solamente dos años tras haber recibido una herida en el cuello que le hizo retirarse de la milicia. Y seguramente poco se sabría de él si no fuera porque el poeta  Edmond Rostand escribió una obra dramática sobre su vida.

Porque Cyrano se dedicó a estudiar Fisica y a escribir libros de eso que ahora se llama ciencia ficción, con los títulos de "viaje al Sol" y "Viaje  la Luna", además de otros de diversas índole. Resulta ser, por tanto, un adelantado en el siglo XVII de lo que ahora estamos contemplando.


Independientemente de ello, la obra de Edmond Rostand nos presenta a un hombre enamorado, romántico, con un corazón de oro, y siempre con el complejo de ser "un hombre a una nariz pegado". Sin embargo la realidad nos presenta a un gran espadachín que se aprovecha de ello para meterse con todo el mundo, perderle el respeto a todos los gobernantes, incluida la Iglesia, y a cualquiera que se le ponga  por delante. O sea, un contestatario.

Y es que, como dice el adagio latino: "Nihil novum sub sole".



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