Yo no lo quito
Hace unos dias tuvo este Asno ocasión de leer un artículo escrito por don Javier Nart, conocido abogado y partícipe en tertulias televisivas, en el que se hablaba de la bandera española y de la tricolor, esa que fué de la Segunda República y que muchos pasean ahora por las calles de Madrid.
El artículo es impecable a la vista de cualquier español que tenga unos mínimos conocimientos de la Historia Moderna de España. Lo que no quiere decir que haya muchos, sino que los que hay no tienen más remedio que dar su visto bueno al artículo del señor Nart.
Tiene razón este señor, por ejemplo, cuando afirma que en España, al proclamarse la Segunda República, nadie sabía como era la bandera republicana, porque en la primera República, la federal, la bandera era la bicolor. Y tampoco nadie conocía el famoso "Himno de Riego" que se utilizó como himno nacional. Tan cierto es esto, que durante las primeras horas de la República, lo que sonaba por las radios españolas era la Marsellesa, himno nacional francés, porque nadie conocía la letra de aquella canción que escribió Evaristo San Miguel cuando Riego se sublevó en Cabezas de San Juan con las tropas que se estaban destinando a defender a España en América.
Lo curioso del caso es que el conocido escritor habla de este tema utilizando las opiniones de un señor cuya ejecutoria constituye uno de los enigmas más interesantes de la Historia de la Guerra Civil Española. Se trata nada menos que del general don Vicente Rojo, a quien el señor Nart respeta y considera, al parecer, un verdadero militar que debería ser un ejemplo a seguir por los que en estos momentos se encuentran vistiendo el uniforme.
Hay muchas razones para no entender la postura del general Rojo, que siempre se autocalifica como católico, militar y patriota. Un hombre para quien la Ley lo es todo, y que sacrificó sus convicciones y las de su familia poniéndose al servicio de la Ley, aun a sabiendas de que en España se estaba imponiendo una verdadera revolución. Y que esto no constituía ningun secreto para nadie.
A Vicente Rojo le llegó el inicio de la Guerra Civil cuando acababa de ascender a comandante y recien salido de la Escuela de Estado Mayor con el número dos de su promoción. Durante varios años fué profesor de la Academia de Infantería de Toledo y allí, en colaboración con su compañero el capitán Emilio Alamán publicaron una Colección Bibliografica Militar traduciendo algunos libro de autores militares extranjeros, uno de los cuales titulado "Die Gruppe im Gefächt" (El peloton en el combate) sirvió para que este Asno aprendiera la elemental táctica de pelotón. Su autor era un joven y desconocido capitán de infantería alemán que se llamaba Erwin Rommel.
Los escritores que han tratado a esta figura, especialmente los que no pudieron por razón de edad llegar a conocer las glorias y miserias de aquella guerra poco saben de él porque cuando, al término de ésta, escribe desde el exilio sus memorias, se limita a hablar de "su guerra", y llega a escribir que "cuando se haya restaurado insensiblemente el sentido de la fraternidad, hija legítima del mandato divino del amor al prójimo" se rezará por todos los muertos, engañados o no, porque todos lucharon por una España mejor. En esta multitud de caidos y redimidos, Rojo inclute incluso a los delincuentes porque "aunque lo eran, luchaban abnegadamente por el bien común". Palabras que ponen de manifiesto, a los ojos de quienes ahora escriben sobre él, la grandeza de alma de aquel soldado católico y patriota.
Pero sí se saben de él algunas cosas que han escrito otros y él ha procurado ocultar cuidadosamente. Y un ejemplo de ello es este caso
Los escritores que han tratado a esta figura, especialmente los que no pudieron por razón de edad llegar a conocer las glorias y miserias de aquella guerra poco saben de él porque cuando, al término de ésta, escribe desde el exilio sus memorias, se limita a hablar de "su guerra", y llega a escribir que "cuando se haya restaurado insensiblemente el sentido de la fraternidad, hija legítima del mandato divino del amor al prójimo" se rezará por todos los muertos, engañados o no, porque todos lucharon por una España mejor. En esta multitud de caidos y redimidos, Rojo inclute incluso a los delincuentes porque "aunque lo eran, luchaban abnegadamente por el bien común". Palabras que ponen de manifiesto, a los ojos de quienes ahora escriben sobre él, la grandeza de alma de aquel soldado católico y patriota.
Pero sí se saben de él algunas cosas que han escrito otros y él ha procurado ocultar cuidadosamente. Y un ejemplo de ello es este caso
Otra de las cosas que no se relatan por los "escribidores" de la memoria histórica es su buena relación con los militares profesionales y milicianos del Partido Comunista. Esta gente, muy influenciada por el sistema soviético, entendió que la única manera de ganar la guerra era disponer de unas fuerzas armadas muy disciplinadas; y hay que reconocer que las unidades comunistas fueron las únicas verdaderamente disciplinadas, y las que mejor le sirvieron a lo largo de la guerra. Sabido es que los militares procedentes de miliciano no podían ascender más que hasta el grado de Comandante, según la legislación existente. Pero es Vicente Rojo el que asciende a Teniente Coronel al Comandante Lister, comunista, enfrentándose por ello con Indalecio Prieto.
Las victorias de Vicente Rojo tan cacareadas hoy por los escritores actuales por su "excelente visión estratégica" no fueron nada más que fracasos. Un ejemplo de ello es la batalla de Brunete, mediante la que se pretendía envolver a las tropas nacionales que rodeaban Madrid, y en la que se metió lo más "florido" del ejercito rojo.La batalla terminó en tablas y no sólo no se consiguió lo que se pretendía, sino que en cuanto se paró el combate, Franco terminó de ocupar la cornisa cantábrica y eliminar el frente del Norte, con lo que la guerra empezaba a ganarse a mediados de 1937. O sea, al año de iniciada la guerra.
El famoso ataque a Teruel del que hasta se hizo una película tenía como objetivo impedir que Franco pudiera realizar un último ataque a Madrid. Para impedirlo se lanzó a las tropas sobre Teruel para que Franco no pudiera utilizar a las suyas contra Madrid. Aquello fué un "exito estrategico" porque Franco no pudo entrar en Madrid aquel año, pero la operación terminó con la vuelta de Teruel a manos de Franco y la llegada de las tropas navarras al Mediterráneo, mientras Lérida caía en manos de Yagüe el 5 de mayo de 1938.
Precisamente, hace unos dias mencionábamos el libro de Zugazagoitia donde explica en el capítulo XXXIX que Vicente Rojo y el comunista Hidalgo de Cisneros dan ya por perdida la guerra, Reproducimos textualmente lo que dice Zugazagoitia:
",,,El pensamiento íntimo del Jefe del Estado Mayor Central me es conocido por Prieto, quien me ha confiado la noticia de que Rojo y el Coronel Hidalgo de Cisneros se han presentado ante él proponiéndole, como solucion posible para el drama, entregarse personalmente a los rebeldes. Respuesta de Prieto: Si consideran que esa resolución de ustedes puede ahorrar dolor a los soldados, cosa que personalmente no creo, y se disponen a ponerla por obra, cuenten ustedes conmigo."
Esto ocurría tras la pérdida de Teruel, en Febrero de 1938. La guerra duraría un año más.
De la "gloriosa" batalla del Ebro, que tanta sangre costó a unos y otros, junto con la ofensiva de Balaguer no vamos a hablar hoy. Allí se quedó la famosa "quinta del biberón".
Estas cosas no nos las cuenta Vicente Rojo en los libros que estuvo escribiendo desde Argentina o de Bolivia.
Solo queda por decir que en el año 1957 el general Vicente Rojo, enfermo, solicitó su regreso a España. De esto se habla poco. Y tuvo que pasar por un consejo de guerra que le condenó y a continuación fué indultado. Moriría en 1966 en la casa que había habitado en Madrid.
Así fué como el "sanguinario Dictador" se vengó del hombre que "le estuvo humillando" durante los tres años que duró la guerra en España. Un hombre, "católico, militar y patriota".
Estimado Asno, estoy disfrutando como un enano de la lectura del Tomo XIX de la Colección Bibliográfica Militar que citas en tu artículo de hoy. Se titula "La Artillería y su evolución en la Gran Guerra" está publicada en 1930 y escrita por el comandante Vera, profesor del Real Colegio, institución hoy en peligro de desaparición gracias a la eficaz labor de zapa y destrucción de nuestros actuales mandos.
ResponderEliminarHa sido un regalo de un buen amigo y compañero. Tiene una calidad extraordinaria, algo que hoy echo de menos.
Y, cariñosamente, creo que has sido muy duro, quizá demasiado, con el general Rojo Lluch.
Un saludo, Ángel