Yo no lo quito
En noviembre de 1940, cuando todavía no había transcurrido un año del final de la Guerra Civil, moría en su destierro de Montauban (Francia) el que había sido segundo Presidente de la República, Manuel Azaña Diaz, que en 1932 cuando todavía no era mas que Ministro de la Guerra, hizo esta declaración ante la Cámara de los Diputados.
Azaña, cuando tenía nueve años, quedó huérfano de padre y madre, y su abuela , que se hizo cargo del niño, tuvo buen cuidado de hacerle seguir sus estudios medios en el selecto colegio de El Escorial, del que se habían hecho cargo los frailes agustinos. Pero no parece que el patronazgo del que fué obispo de Hipona y, sin exageración, una de las mentes más lúcidas de la Historia de a Occidente, el gran San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia, pudiera influir mucho en la actitud ante la religión de aquel estudiante. Precisamente, de Agustín es esta frase:"Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista".
Y a juzgar por las cosas que estamos leyendo en la prensa de España y fuera de ella, parece que hay demasiadas personas a quienes la existencia Dios molesta, y no sólo la de Dios, sino la de quienes "creemos para comprender, y comprendemos para creer mejor".
Pero como la misericordia de Dios no es como la misericordia de los hombres, sino la misericordia infinita del Dios Creador, poco antes de morir, Azaña recibió los sacramentos que le administró un sacerdote francés que le atendió en sus últimos momentos. Y tenemos razones para creer que en ello intervino también el general Hernandez Sarabia, general republicano que era su amigo intimo, y era católico y terciario carmelita, y le acompañó en el destierro para más tarde exiliarse a Méjico, donde años mas tarde falleció.
Por eso, al leer en la prensa la cantidad de burradas que estamos contemplando, tenemos que pedirle a Dios que tenga piedad para aquellos que quieren vernos "ardiendo, como en el 36" y que les ilumine precisamente ahora que estamos en el año de la misericordia.
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