Como todos los vejetes que tuvimos ocasión de "vivir" la guerra esa que quieren volver a organizar los que la perdieron, de vez en cuando nos llevamos un soponcio cada vez que leemos alguna de las memeces y falsificaciones con las que están alimentando las mentes de nuestra gente menuda para demostrar qué malos éramos los malos, y qué buenos siguen siendo los buenos.
Menos mal que de vez en cuando meten la pata y están a punto de organizarla, como ya ha ocurrido en la parroquia esa de Majadahonda. Lo que para nosotros no tiene nada de nuevo, al recordar que el 11 de mayo de 1931, recién estrenada la República, empezó la quema de iglesias (simultáneamente) en varias capitales españolas cuando los curas y monjas todavía no habían tenido tiempo de engrasar sus fusiles para disparar desde la torre de la iglesia a los pacíficos transeuntes, como tampoco de repartir caramelos envenenados a los niños. Aquel 11 de mayo de 1931 desaparecieron obras de arte religioso y valor histórico de incalculable valor.
En estos momentos parece que se ha llegado a poner en duda la autenticidad de esa foto de Robert Cappa que se ha tomado como paradigma de la fiereza con que se combatió en nuestra guerra. Bueno, no es que se ponga en duda, sino que ya se habla abiertamente de que la foto estuvo preparada en un lugar a 10 kilómetros de las trincheras de Cerro Muriano en las que, casualmente, aquellos dias no hubo más que tranquilidad.
Pero esto no debe preocuparnos mucho. Al fin y al cabo, son cosas de la propaganda, aunque no de la Historia, que es algo distinto, aunque la foto es bonita. Las únicas fotos reales de la guerra de España, salvo las que se han tomado después de los combates, son aquellas en las que el Cabo de cocina está repartiendo el rancho. Y hay muchas, no crean. Y eso porque no han sido tomadas en las trincheras, porque el que está en el parapeto ya se sabe, chusco y lata de sardinas.
En los últimos años muchos periodistas se han jugado el bigote con la cámara fotográfica y han perdido la vida, pero por aquellos años no podía hacerse porque, entre otras cosas, las cámaras fotográficas no eran como las de ahora.
También han surgido a lo largo de estos últimos años los autodenominados "historiadores" que, por su edad, nunca pudieron saber nada de lo que fué aquella guerra, porque no habian nacido y no pudieron vivir el ambiente de las trincheras ni tampoco el de la retaguardia. Y se dedican a escribir sobre la estrategia y la táctica militar sin entender nada de lo que significa eso.
A estas alturas, todavía hay quien escribe que Franco "quería prolongar la guerra para gobernar sobre un desierto donde no tuviera enemigos". Naturalmente, lo que ocurrió al fracasar la entrada en Madrid nos da una idea muy clara de que Franco no deseaba entrar en Madrid, sino prolongar la guerra. Por eso vino la Batalla del Jarama, quizás la más cruel de todas, junto con la del Ebro, porque el número de bajas fué tremendo y en pocos dias de combate. Con esta operación Franco quería cortar la carretera de Madrid a Valencia. ¿Para qué? Pues no para que Madrid cayera, sino para "prolongar la guerra".
Esta batalla quedó "en tablas", pero con la conquista por los nacionales de una porción de terreno y el avance del frente hasta más allá de rio Jarama. Por cierto, en aquellos combates intervinieron unos 50 carros soviéticos mandados por Pavlov. Carros que eran muy superiores a los que poseian los nacionales, lo mismo los procedencia alemana que italiana. Aunque ya sabemos que las tropas rojas carecian de armamento y de municiones. Lo que le ocurrió a Zamalloa, es que las heridas con que lo tuvieron que sacar de allí, se las había hecho al caerse de la cama. Algo así como lo que le ha ocurrido a Benedicto XVI que se ha roto una muñeca al salir del baño.
A continuación del Jarama, vino lo de Guadalajara. Las tropas del CTV avanzaron 40 km. para retroceder 20. Pero ¿Para qué querian ir a Guadalajara? Para prolongar la guerra, evidentemente.
Cuando termina la campaña del Norte, Franco se encuentra con unas posibilidades de que antes no disfrutaba. Entre ellas un notable aumento de las fuerzas combatientes al haber reducido sus frentes. Entonces es cuando empieza a concentrar sus tropas para entrar en Madrid, pero los rojos le plantean la Batalla de Teruel, y Franco tiene que renunciar a la entrada en Madrid y, concentra sus fuerzas en el Este, terminando por llegar al Mediterráneo. Esta vez, la acción proyectada por el Estado Mayor rojo evita la entrada en Madrid. O sea, que la guerra quienes la prolongan son los otros.
Luego viene la Batalla del Ebro. Batalla que, a decir de Tagüeña, suponía un sacrificio que había que hacer para dar tiempo a que se produjera el choque que meses más tarde iba a producirse en Europa. Y es que la Batalla del Ebro, de la que ahora se habla como una batalla decisiva, ya to tenía nada de decisivo, como se había demostrado en Teruel, donde los rojos sufrieron un fracaso tremendo. Lo que decidió la guerra fué la conquista del Norte. A partir de este momento, las tropas de Franco, acostumbradas a combatir en condiciones de inferioridad numérica aunque de superioridad técnica y moral, empezaron a hacerlo como se manda en los reglamentos. En el ataque no se puede ir con un número de tropas que es la mitad de los que defienden (como había ocurrido en el Jarama). Y esto es lo que se habian visto obligados a hacer las tropas nacionales desde el comienzo de las hostilidades.
Si quieren saber las razones por las que perdieron la guerra los que ahora quieren ganarla, no tienen mas que leer las memorias de Azaña, y de otros que, desde el exilio, nos explican muchas cosas de lo que ocurrió a lo largo de aquellos tres años de guerra.
Ah, y comparen con lo que ahora estamos viviendo.
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