Yo no lo quito
Los Cerdos de la Granja -y no nos referimos a la de San Ildefonso, sino a la de Orwell- no hacen más que caer en sus propias necedades, que no son pocas. En estos momentos, gracias a la Educación por la Ciudadanía, pretenden que la juventud aprenda las delicias de una educación sexual que proclaman en contra de lo que nos ha inculcado la Santa Madre Iglesia desde nuestra infancia, y que ha servido, entre muchas cosas para que nuestros hijos y nietos nunca nos hayan planteado problemas generacionales, hayan estudiado sus carreras, y hayan ampliado nuestra familia con unos mozos y mozas dispuestos a vivir conforme a las enseñanzas que les hemos inculcado al amparo de la Iglesia a la que pertenecemos, y que se está convirtiendo en el pim pam pum de la progresía más zarrapastrosa.
No vamos a presumir de ello porque entendemos perfectamente que hemos tenido suerte y que Dios misericordioso se ha acordado mucho de apoyarnos, por lo que nuestro agradecimiento es casi tan infinito como su misericordia.
Pero estos cerdos a los que nos referimos no son capaces de aprender nada bueno. Nosotros les recomendaríamos, por su bien y el de España, que se preocupasen más de sus hijos y de mantener una familia estable a través de una fidelidad conyugal y se olvidasen de aquel Libro Rojo del Colegio del que hacía propaganda en el Congreso la famosa diputada Cristina Almeida, de quien por aquellos años se hablaba mucho, y ahora bastante menos.

Recuerden, por ejemplo los casos delatados por la mujer de Alfonso Guerra, los de la mujer de Roldán, que se quejaba de que se había pasado tantos años lavando los calzoncillos de su marido y luego se le había ido con una "piscóloga". Y en estos momentos en la Autonomía andaluza se están destapando contubernios de los sociatas por denuncia de sus exmujeres, como le ha ocurrido a Ivan Chaves, de profesión comisionista. Profesión que ha estado ejerciendo a lo largo de muchos años con notable éxito.

Y si no pueden desprenderse de su condición de cerdos deberian ser más cautos para poder vivir tan decentemente como refleja esta imagen bucólica de la familia cerdil.
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