martes, 22 de marzo de 2016

Humanismo y Hominismo (1)

Yo no lo quito



(Por una Europa que ha descubierto que sin Dios y sin mandamientos se vive mejor)

No creemos que nadie pueda tacharnos de pesimistas cuando afirmamos que hoy afligen a España muchos males. Y España no es más que un caso particular dentro del mundo occidental. Día a día, leemos en la prensa noticias que antes nos habrían soliviantado, pero que ahora apenas nos afectan. Porque son tantos los males que nos rodean, que llegan a convertirse en lugares comunes entre lo cuales empezamos a sentirnos indiferentes.
No obstante, quizás lo más doloroso de todos es la terrible mediocridad en que nos movemos. Mediocridad tanto más grande cuanto más ignorada; cuanto más insospechada. A veces uno piensa que el historiador del futuro, cuando juzgue el comportamiento de la sociedad de este tiempo, no podrá dejar de pensar que estamos llegando a niveles tan bajos de sensatez, de racionalidad, que nos retrotraen a etapas prehistóricas del pensamiento humano.
Lo primero que se advierte es un irritado desprecio al pasado. No deja de ser significativa la escasa importancia que el hombre moderno concede al estudio de la Historia, que hace ya más de dos mil años fué definida como "magistra vitae". Este desprecio al pasado está coronado por la soberbia más estúpida. Todo lo viejo parece malo al hombre mediocre; y como la mediocridad es implacable y no perdona, arremete como un Don Quijote a los molinos en un necio afán de cambiarlo todo.
Pero el pasado se venga de la mediocridad porque ésta no tiene capacidad creadora, y termina por digerir,por amargo que le sepa, aquello que quiso y no pudo destruir.Las épocas mediocres son críticas y corrosivas, pero nunca creadoras. Y hoy vivimos rodeados por todas partes por una crítica corrosiva y despiadada, sin que aparezcan en el horizonte los menores indicios de creatividad que tanta falta nos hacen para apuntalar primero, y reconstruir después, un mundo que se nos cae a pedazos
Lo que sobrevive en medio de tanta mediocridad, lo verdaderamente imperecedero, es precisamente aquello que molesta a los mediocres. Y por ello es considerado un peligro. Así, la Iglesia de Cristo que, a pesar de sus fallos humanos, ha capeado con mayor o menor fortuna, los embates de la Historia, es hoy blanco de injurias e incomprensiones; y el Magisterio Supremo de la Iglesia aparece como un obstáculo para el desarrollo de aquello que hemos dado en llamar "civilización moderna".
Este antagonismo entre el "pensamiento moderno" y el pensamiento cristiano no es cosa de hoy, porque tiene raíces algo antiguas, ya que arranca, fundamentalmente, de los inicios de la Edad Moderna.
En la Edad Media no existía este antagonismo. Para el hombre del medievo, el mundo había dejado de ser naturaleza (phisys) para empezar a ser "creación". El pensamiento cristiano, recogiendo las ideas de los antiguos filósofos griegos, había proporcionado al hombre una visión distinta del mundo, del "cosmos". Y los Padres de la Iglesia, (que no tenían nada de mediocres), sin tratar de destruir esta visión, lo que hicieron fue añadirle una nueva dimensión; la cristianizaron. Así, el mundo pagano no fué, ni nunca pudo ser un mundo anti-cristiano porque carecía de la revelación, y al desconocer la Verdad, pudo ser a-cristiana; una etapa, si se quiere, pre-cristiana, pero nunca anti-cristiana como es la etapa histórica que nos ha tocado vivir.
En aquella Edad Media, tan baqueteada desde el "siglo de las luces", e incluso desde el Renacimiento (que no quiso ser prolongación de la Edad Media, sino un "renacer" de la cultura pagana) todas las formas de la vida humana estuvieron impregnadas de un profundo espíritu cristiano. Lo cual no quiere decir, en modo alguno, que el comportamiento ético del hombre del medievo fuera un modelo de cristianismo, que esa es otra cuestión, como diría Kipling, No lo fue en el medievo como no lo ha sido en ninguna otra etapa de la Historia. Pero lo que sí se puede afirmar es que su horizonte filosófico era verdaderamente cristiano. Y, si nos referimos a la filosofía, veremos que aquellos hombres, incluso cuando al divagar en el terreno metafísico, se arriesgaban en la herejía, no conseguían pensar nada más que en cristiano; es decir, dentro del espíritu del cristianismo. Hubo errores, es verdad, pero errores "cristianos" que la Iglesia docente se cuidó de condenar y corregir.

Constantino y el concilio de Nicea

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