Yo no lo quito
En el momento de ponernos a escribir esta página, todavía no se ha realizado la votación prevista para este día, pero todo nos hace pensar que el resultado va a ser negativo y terminaremos quizás con un nuevo período electoral, que va a costar, según hemos oido, algo así como 170 millones de euros; y es es que eso de votar resulta bastante caro al contribuyente español. Pero el problema que tenemos los cristianos es saber a cual de los partidos políticos que tenemos en España, podemos votar en conciencia.
Porque llamamos ideología política a un conjunto de ideas que pretenden configurar la sociedad con arreglo a una forma de entender la vida y el mundo que nos rodea.
La fé religiosa no es, naturalmente, una idea política porque pertenece a un orden sobrenatural; pero en función de ese orden sí que es una forma de entender la vida y el mundo en que vivimos, ya que concebimos el mundo como una creación de un Ser omnipotente y eterno; y al hombre como "portador de valores eternos"; frase que hemos visto repetidas veces lo mismo en las encíclicas papales como en los discursos joseantonianos, tan rechazados por las izquierdas españolas como por las derechas.
Por tanto, si bien la fé cristiana no nos exige la adhesión a tal o cual facción política, sí nos impide la militancia en partidos cuya ideología política se opone al concepto cristiano de la vida, ya que el orden sobrenatural está por encima de lo terrenal y éste debe estar sometido a aquel.
Esto hace que, en pleno siglo XXI, cuando la ideología de la mayoría de los partidos políticos se establece partiendo de la ignorancia o la negación de los conceptos a los que estamos aludiendo, más atentos a anteponer las cuestiones terrenales a los principios de la fe cristiana, el creyente se siente desorientado cuando llega el momento de elegir una opción política.
Pero también es cierto que si el creyente no dispone por sí mismo de elementos de juicio para discernir cual debe ser su postura política ante la cosa pública, como miembro que es de la Iglesia recibe periódicamente normas emanadas del Magisterio eclesiástico que reflejan el pensamiento de la Iglesia tanto en el orden espiritual como en el en orden a una actuación pública, ya que ésta debe ser, lógicamente, testimonio de nuestra fé en Cristo. Y estas normas vienen reflejadas en las encíclicas papales.
Claro que a los cristianos les ocurre con las encíclicas papales lo mismo que a los alemanes con el Fausto de Goethe, o a los españoles con el Quijote; que todo el mundo habla de ellas pero nadie las ha leido.
Por este motivo, ante la proliferación de partidos y partiditos políticos que, más que ayudar, lo que hacen es confundir al ciudadano, no estaría de más repasar lo que algunos papas han escrito para orientación del creyente en orden a establecer criterios para la actuación pública
Continuará, "Deo volente"
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