Yo no lo quito
Entre las manifestaciones pro-republicanas que ha habido estos días en diversas ciudades de España, ocupa un lugar especial la que ha habido en Valencia, que ha estado precedida por una enorme guillotina paseada por las calles de la ciudad del Turia.
Por mucho que se empeñen los teóricos republicanos en representar a la República bajo la imagen de una señora en pelota picada ondeando una bandera, y rodeada de una serie de símbolos, entre los que no pueden faltar los masónicos, la verdad es que el rústico pueblo español lo hace a través de lo que él entiende mejor, y es la guillotina.
Este instrumento, que dió a los franceses la Liberté, la Egalité y la Fraternité (sobre todo la Fraternité) debe su nombre a un médico francés de aquella época que se llamaba Joseph Ignace Guillotin, y que tampoco fue su inventor, sino que lo perfeccionó, porque era algo que ya existía, aunque en su empleo se producían algunos fallos. Y lo perfeccionó introduciendo dos mejoras. En primer lugar, aumentó el peso de la cuchilla; en segundo lugar hizo que el filo de la misma fuera recto y no curvado, como era el de la anterior que imitaba el filo de un hacha. Este perfeccionamiento se propuso al rey Luis XVI, que firmó su aprobación. Y no solo la aprobó, sino que terminó su vida al filo de una de esas guillotinas.
Pero eso tampoco lo debían saber los revolucionarios franceses, porque pronto empezaron a cantar aquello de
Guillotin
médecin, politique
imagine un beau matin
que pendre est inhumain
et peu patriotique
La guillotina fue un instrumento muy utilizado durante la revolución francesa, y con la ventaja de que no distinguía entre unos y otros, lo que empezó a conocerse como Egalité. Por ejemplo, un famoso abogado francés que hacía campañas contra la pena de muerte ya en tiempos de Luis XV, que se llamaba Maximilano Robespierre, utilizó generosamente este instrumento durante la revolución hasta que terminó su vida bajo la cuchilla de la guillotína.
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