Yo no lo quito
Terminado su discurso, al que siguió otro de Ventura Gassol, Companys se vió obligado a tomar decisiones; y la primera fué enviar al general de la 4ª División Orgánica, Domingo Batet Mestre, la siguiente orden, que llevó en mano al palacio de Capitanía el diputado catalán señor Tauler.
Inmediatamente, llamó al Comandante Jefe de los Mozos de Escuadra Enrique Pérez Farrás para que defendiera el Palacio de la Generalidad, a lo que el Comandante respondió prometiendo, incluso, abrir fuego contra las tropas del Ejército si llegaba el caso,
A Batet todo esto no le cogió por sorpresa, porque estaba al corriente de lo que iba a suceder, y cuando recibió el oficio de Companys, contestó a Tauler que le dieran una hora para pensar lo que tenía que hacer. Mientras tanto, Pérez Farrás organizaba la defensa del Palacio de la Generalidad con sus mozos de escuadra.
A eso de las diez de la noche llegaba a la Plaza de San Jaime (entonces plaza de la República) una pequeña columna formada por dos piezas de artillería de montaña mandadas por el comandante Fernández Unzúe y cincuenta artilleros de escolta, con los capitanes, Luis de La Guardia, y Francisco Kühnel, del Regimiento de Artillería de Montaña número 1, que estaba en el antiguo convento de San Agustin, situado en la calle de Comercio número 36. Curiosamente, era el mismo regimiento al que había pertenecido Pérez Farrás, que era Comandante de Artillería.
Esta columna, con las piezas a lomo, salió del cuartel y llegó la plaza de San Jaime por la calle de la Princesa. Al llegar la columna a la Plaza, se encontrró con Perez Farrás que, pistola en mano preguntó a Unzúe: " ¿A donde vais?" y este le respondió que a tomar la Generalidad. Al mismo tiempo, el capitán Escofet se dirigió al centro de la plaza y, enfrentándose a la fuerza, gritó "¡Alto a Cataluña!", a lo que Fernández Unzúe respondió "¡Viva la República Española!".
Los artilleros respondieron con sus fusiles retirándose precipitadamente Pérez Farrás , Escofet, y los mozos de escuadra que habían hecho fuego, al interior del edificio.
En aquel momento, Perez Farrás ordenó a sus mozos de escuadra abrir fuego contra los artilleros, y aquellas descargas hirieron en un hombro al Capitán Kühnel, cayó mortalmente herido el comandante de Estado Mayor señor Suárez y siete artilleros heridos, uno de los cuales murió poco después y otro quedó en grave estado.
Pero desde lo alto de la Generalidad y terrados de edificios adyacentes, también se hizo fuego contra la tropa. Algunos mulos cayeron heridos, y otros, libres del ronzal, se escaparon en dirección al cuartel. Inmediatamente se dió orden a la tropa de refugiarse en las fachadas porque resultaria imposible manejar las piezas de artilleria mientras los terrados estuvieron llenos de francotiradores. Y fué entonces cuando el capitán, laureado Fernando Lizcano de la Rosa se quitó la guerrera y se subió a uno de los terrados, confundiéndose en la oscuridad con un francotirador más, y aprovechó para montar dos ametralladoras con las que acalló el fuego de los escamots que hacían fuego dese los terrados.
Ello permitió a los artilleros volver a sus piezas y romper el fuego
Por cierto que, como las piezas estaban asentadas sobre el suelo adoquinado, no podían fijarse en la tierra las rejas de las cureñas, y al producirse el retroceso de una de las dos piezas, ésta quedó inutilizada, y se tuvo que sustituir la mañana siguiente. No obstante, los disparos terminaron con la esperanza de los que allí estaban. apagaron todas las luces y trasladaron el equipo de radio que les había mantenido en contacto con el público.
Ventura Gassol, los hermanos Ayguadé, y otros elementos del Estat Catalá que habían forzado a Companys a sublevarse, estaban lívidos y descorazonados, y el estampido de las piezas de artillería parecía avisarles de que su vida estaba a punto de acabar. Pero Companys, excitado, empezó a enviar alocadamente órdenes a los centros de Estat Catalá para que desarmaran a los soldados y a la guardia civil; a vender caras sus vidas y a seguir resistiendo. Perez Farrás ,sin alterarse, permanecía al frente de sus mozos de escuadra con las armas preparadas para su defensa.
A eso de las dos de la mañana, Fernandez Unzúe mandó colocar dos morteros ligeros en un terrado próximo, y lanzó un par de granadas sin espoleta para no hacer demasiado daño. Y volvió a disparar sus piezas. De los diez y seis cañonazos que se hicieron, unos fueron con pólvora sola y otros con granada sin espoleta para no hacer demasiados destrozos y meter miedo.
A las seis de la mañana Companys decidió ponerse en contacto telefónico con el General Batet para indicarle que había capitulado, pero éste le exigió que se dirigiera en catalán al pueblo para indicarle que el Gobierno de la Generalidad había capitulado. La sublevación había durado diez horas.
El Cuartel General de la "tropas rebeldes" se había instalado en el antiguo Gobierno Civil, cerca de la estación de MZA. Alli mandaban Josep Dencás, Miquel Badía, Arturo Menendez y Pérez Salas dirigiendo las operaciones militares de toda Cataluña. Dos de ellos eran militares, Arturo Menéndez artillero y aviador, y Pérez Salas, de infantería. Y con Vicente Guarner formaban parte del asesoramiento militar de las fuerzas de Esquerra Republicana.
Tras haber oido el primer discurso de Companys proclamando la Republica Catalana, lo primero que hicieron fué celebrarlo con un banquete con abundancia de champán, buenos cigarros y licores de todas clases, pero en cuanto sonaron los primeros cañonazos y enterarse de que la tropa estaba en la calle, empezaron a preocuparse por la defensa de la Comisaría de Gobernación distribuyendo a sus setecientos hombres por los lugares adecuados, así como las ametralladoras y fusiles para los que había abundante munición acumulada en el edificio.
De lo que allí ocurrió, si Dios quiere, hablaremos mañana.
Tras haber oido el primer discurso de Companys proclamando la Republica Catalana, lo primero que hicieron fué celebrarlo con un banquete con abundancia de champán, buenos cigarros y licores de todas clases, pero en cuanto sonaron los primeros cañonazos y enterarse de que la tropa estaba en la calle, empezaron a preocuparse por la defensa de la Comisaría de Gobernación distribuyendo a sus setecientos hombres por los lugares adecuados, así como las ametralladoras y fusiles para los que había abundante munición acumulada en el edificio.
De lo que allí ocurrió, si Dios quiere, hablaremos mañana.
General D.Domingo Batet Mestres
Los mozos de escuadra se entregan tras la rendición
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