Yo no lo quito
Como ayer fué 14 de abril, y en España cada dia es una efemérides de algo, esta vez le tocó ser el 85º aniversario de la proclamación de la Segunda República española, que añoran sobre todo los que no pudieron conocerla, que deben ser el 90% de los españoles. Todo esto se debe a la aplicación de la Ley de Memoria Histórica que se sacó de la manga Zapatero y que tiene por objeto mover hacia alguna parte desconocida a esa cosa que según él era algo discutido y discutible llamado España. Y es que lo increible de nuestra Patria es que todavía existe a pesar de tener una clase política tan inepta y tan egoista. Estos días se nos presenta un futuro más oscuro que el reinado de Witiza, y nos hemos acostumbrado a ello. O sea, que no echamos de menos este aniversario, del que mejor sería no acordarse. Pero hay algo que sí echamos de menos. y es un magnífico invento de la Segunda Repú-
blica española que se conoció como la "Ley de vagos y maleantes".
No sabemos a quien se le ha ocurrido pensar que esta Ley se la había sacado de la manga un tal Francisco Franco, lo que no es cierto. Lo que hizo Franco fué mantenerla durante su mandato, y el autor fué el Presidente del Gobierno de la República Manuel Azaña, con el aprobado del Presidente de la República Alcalá Zamora.
Esta ley se refiere al tratamiento de vagabundos, nómadas, proxenetas y cualquier otro elemento considerado antisocial. Después de la Guerra Civil se amplió a los homosexuales, y popularmente se la denominó "La Gandula". Como era un ley que no sancionaba delitos sino que intentaba evitar la futura comisión de los mismos, no incluía penas, sino "medidas de alejamiento, control y retención de sujetos considerados potencialmente peligrosos hasta que se determinara que se había acabado con su peligrosidad. Quedando establecida de esta manera, podía ser utilizada para ser utilizada arbitrariamente para la represión de las personas sin recursos.
Ello dió lugar a la creación de una especie de "campos de concentración" o campos de trabajo donde se recluía a la gente. El primero de los cuales se instaló en la patria de Azaña, Alcalá de Henares.
Y es que durante la Segunda República española, las ciencias adelantaron, que era una barbaridad.
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