Los que en el año 1934 vivíamos en Barcelona pudimos contemplar un hecho muy curioso que debió producirse por el mes de mayo, y fué la llegada al puerto barcelonés de una división naval japonesa formada por los cruceros Iwate y Asama. Un hecho que por entonces era extraordinario nos hizo vivir un par de dias agitados. Este currante tenía una hermana que fué invitada a un baile que se daba en el crucero Asama, y regresó con una banderita de seda y asta de bambú. No era la bandera del sol naciente, sino la del sol radiante, que es la bandera de combate de los japoneses.
A los jóvenes que hoy viven en Barcelona, esto les parecerá una tontería porque, en estos momentos, para andar por Barcelona hay que ir apartando japoneses. Unos son turistas y otros son trabajadores de las diversas industrias niponas instaladas por estos pagos. Sin hablar de los propietarios de restaurantes de comida japonesa, casi tan numerosos como los chinos.
Los marinos japoneses se portaron como unos completos caballeros. Incluso fueron a homenajear al difunto Presidente de la Generalidad de Cataluña, Francesc Maciá, que había muerto el dia de Navidad de 1933, y fué sustituido por Luis Companys. En esta foto puede verse a los comandantes de los cruceros en su visita a la tumba de Maciá en el cementerio de Montjuich acompañados por las autoridades barcelonesas.
El caso es que la idea fué trasladar los restos del anterior Presidente al panteón de un antiguo alcalde de Barcelona, el señor Collaso y Gil, que había sido alcalde de Barcelona y que al morir, en 1926, hizo una cuantiosa donación al Hospital de San Pablo, y cedió su panteón al Ayuntaminento de Barcelona, con la condición de que lo cuidase. En aquella época había alcaldes que dejaban su herencia a los ciudadanos, y este magnífico panteón tenía, además, un altar autorizado por el Cardenal Casañas. Pero la escapada hacia Francia no les permitió realizar el proyecto.
De esto se pudieron dar cuenta en octubre de 1979 cuando la nieta del difunto Presidente, Maria Teresa Peyrí i Maciá, acompañada por técnicos municipales, acudió a la supuesta tumba secreta con vistas a realizar el traslado de los restos a su tumba original, y no pudieron encontrar nada. A continuación se trasladaron a la tumba original, y allí sí que pudieron encontrar el cadáver de Maciá y una cajita con las visceras extraidas durante su embalsamamiento.
De ello informaba La Vanguardia el dia 3 de octubre de 1979.
O sea, que durante cuarenta años nadie tocó la tumba de Francesc Maciá porque "los malos" no eran tan necrófilos como pensaban "los buenos".
Visto lo cual, lo que hay que hacer es no decir tonterías y ponerse a trabajar, como recomienda el Ministro de Trabajo
No hay comentarios:
Publicar un comentario