miércoles, 5 de agosto de 2015

De re urinaria

Yo no lo quito


Aunque este humilde Asno dista mucho de parecerse al gran Marco Tulio Cicerón, del que es profundo admirador, no ha dudado en ponerle este título a la página de hoy, en la que vamos a tratar de un grave problema que se  ha estado manifestando en esta época de botellones y de salir de copas, y es la carencia de lugares públicos en los que evacuar los litros de líquido ingerido. Un problema agravado aún más por el aumento del turismo.

Los que en la primera mitad de siglo XX vivíamos en Barcelona, no podemos olvidar aquellos urinarios públicos que teníamos en el Parque de la Ciudadela o en mitad de la Rambla, como el que podemos ver  en esta imagen, donde podías resolver tu problema fuera de la vista del público.


Y esta clase de instalaciones no eran exclusivas de Barcelona, sino semejantes a otras europeas como esta otra que estaba en Berlín que no sólo estaba dedicada a los hombres sino a  las damas.



Todo esto viene a cuento porque en esta Barcelona de la alcaldesa Ada Colau se ha levantado un  clamor de indignación porque a alguien se le ha ocurrido instalar urinarios públicos en el edificio del antiguo Mercat del Born, convertido ahora en Centro Cultural Histórico de la ciudad de Barcelona. Lo que los separatistas han considerado una verdadera profanación, aunque los vecinos del barrio lo habían solicitado porque estaban hartos de soportar las micciones más o menos nocturnas de los transeúntes, Y es que este edificio se construyó precisamente en una de las partes de la muralla más atacadas por el ejército borbónico del Duque de Berwick en el año 1714.

No sabemos lo que esta protesta, que ha obligado a la alcaldesa a trasladar unos metros más lejos la instalación de los nuevos urinarios, habrá parecido a la portavoz de la alcaldesa, Agueda Bañón, que hace de sus micciones una actividad artística.


La instalación se compone por un cubículo cerrado para uso de las mujeres y otro abierto para uso de los varones, y se van a colocar en diversos lugares de la Barcelona marítima, que es la más transitada.

Como este problema lo sufre también Madrid, acabamos de leer en la prensa que el ahora dimitido  Miguel Carmona pedía hace poco la instalación de once urinarios públicos. Y es que en todas partes eso de descargarse en la calle ha sido uno de nuestros vicios nacionales. Y se cuentan anécdotas de Quevedo que, fueran verdad o mentira, nos lo recuerdan.


Y en este sentido, se cuenta que, ya en el siglo XIX, siendo alcalde de Madrid el Duque de Sesto, compañero de juergas del rey AlfonsoXII, instaló en la Plaza Mayor uno de estos urinarios Públicos; y, viendo que algunos lo hacian fuera, les puso una multa de 25 pesetas. Pronto apareció en el urinario un pasquín en el que se podía leer:

"Cinco duros por mear.
¡Caramba, qué caro es ésto!
¿Qué pedirá por cagar
 el señor Duque de Sesto?"

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