Nosotros podemos ayudarle a refrescar la memoria histórica. Hubo hace años un socialista que sí se avergonzó de lo que había hecho. Y aquel socialista se llamaba Indalecio Prieto. Un hombre que, curiosamente, había sido bautizado con un nombre bien hispánico -Indalecio- que, al mismo tiempo, era el de uno de los siete varones apostólicos que fundaron la Iglesia de Cristo en España. Cuando estaba en Méjico, acompañado por tantos de aquellos que eran sus comilitones, se atrevió a escribir estas frases:
"Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario (de octubre del 34). Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabiulidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 13 de febrero de 1934, en una conferencia que orgaqnizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del m ovimiento. Y yo -algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero- acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellos asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí"
Pero de aquello, que no era nada más que el comienzo de lo que vendría después, no sólo no se avergonzaron, sino que encima se vanagloriaban de ello los socialistas. Una pruebe de lo que decimos es este cartel de propaganda, donde se hermanaban la revolución del 34 con la guerra civil de 1936.
Más claro, el agua: "Octubre 1934-1937. Hoy como ayer".
Mucho cuidado, que la cabra tira al monte.
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