martes, 17 de febrero de 2015

Chusma

Yo no lo quito




Si la memoria no nos falla, creemos haber traído a estas páginas un hecho que pudimos contemplar hace ya algunos años, en un programa de televisión en el que aparecían dos o tres "funcionarios" de la Segunda república española acompañados por el famoso  Enrique Lister, que hacía poco que acababa de regresar a España. Era éste un hombre avejentado, que no recordaba en nada a aquel gallardo miliciano gallego, el primero que ascendió a Teniente Coronel del Ejército Popular y llegó a mandar un Cuerpo de Ejército en la Batalla del Ebro. Años más tarde, durante la II G.M. sería nombrado general del Ejercito Soviético.

      




En aquella entrevista se intentaba explicar las causas de la derrota "republicana" en la Guerra Civil 
Española; y cuando le llegó a Lister el turno para dar sus explicaciones, respondió lo siguiente: "Perdimos porque éramos unos revolucionarios dispuestos destruir todo lo que se nos ponía por delante, pero no fuimos capaces de construir un ejército, que era lo que se necesitaba". Y se acabó la entrevista. Seguro que en los archivos de la RTE  todavía la guardan.


Pasados ya 76 años de aquella derrota, sigue existiendo en esta España de nuestros amores y nuestros dolores una chusma revolucionaria que no se limita a pronunciar sus estupideces, y que solo sabe dar suelta a sus odios sin los cuales, a su juicio ninguna revolución puede existir y sigue destruyendo como muestra de su eterno fracaso

 Y esto es lo que ha ocurrido con la tumba del Teniente General Muñoz Grandes, aprovechando que se iba a celebrar el 72º aniversario de la batalla de Krasny Bor. Los atacantes dejaron su firma anarquista tras hacer destrozado, como es habitual, la cruz, y haber roto la lapida que cubría  la tumba. Lo normal, vamos.

Dejando a un lado la cobardía, tan propia de los que atacan las tumbas de quienen no pueden defenderse, convendría recordar que fué el general Muñoz Grandes el que, a través de su declaración en el consejo de guerra que juzgaba al anarquista Melchor Rodriguez, que había sido nada menos que Director General de Prisiones durante la guerra civil española, el que consiguió que se atenuara la grave sentencia que pendía sobre la cabeza del procesado, a quien se llamó, desde entonces " el angel rojo", salvara su vida y s convirtiera en el amigo del general Muñoz Grandes.


A quien vemos en esta foto, siendo Ministro del Ejército, entregar un despacho de teniente en la Academia General Militar de Zaragoza




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