Yo no lo quito
1.-El alcalde de Aviá.
Como lo más probable es que nuestros lectores no tengan idea de donde se encuentra este pueblo catalán, les diremos que pertenece a la provincia de Barcelona, tiene unos 2.300 habitantes y se encuentra a poca distancia de Berga, capital de la comarca del Bergadá.
Hoy es noticia porque su alcalde, de CiU, don Llorenç Altozano Sevilla. de rancio abolengo catalán como puede desprenderse de sus apellidos, ha presentado por internet una papeleta para votar sobre la independencia de Cataluña adelantándose, por tanto a la fecha del 9 de noviembre. Iniciativa que permitirá conocer este 31 de mayo el resultado de la consulta en Aviá mucho antes de la fecha prevista por la Generalidad de Cataluña.
2-. Joan Puig i Ferrater.
2-. Joan Puig i Ferrater.
También es muy probable que ustedes tampoco conozcan a este personaje catalán, periodista y escritor de diversas obras, incluso poesías, en un catalán perfecto que podría servir de modelo a los escritores actuales. Algunas de sus obras se podrían encontrar en las librerias barcelonesas, pero una de ellas, escrita en el exilio francés posterior a la guerra civil, va a ser muy difícil que lo encuentren. Ese libro lleva por título "Memories polítiques".
La vida de este hombre, que fué catalanista de los independentistas, es muy curiosa. Nació en La Selva del Camp (Tarragona) en 1882 y murió en París en 1956 y está enterrado en el cementerio de Père Lachaise. Era hijo de madre soltera y de un desconocido rico propietario de aquella zona, por lo que sus dos apellidos son los de su madre. Aprobó el bachillerato en el Instituto de Tarragona mientras trabajaba en Reus, si la memoria no nos falla. Perteneció a Esquerra Republicana llegando a ser consejero de Seguridad Social de la Generalidad.
La razón por la que no se puede encontrar este libro es porque ha sido convenientemente retirado, ya que en él se habla con toda libertad del dinero que la Generalidad envió a Francia para la compra de material de guerra y también para el mantenimiento de los políticos exiliados posteriormente, de los que tuvo que convertirse en pagador no solamente durante la guerra civil, sino de los políticos de la Esquerra, a los que desmitifica implacablemente.
Testigo de los sucesos de octubre de 1934 en Barcelona, no deja de repudiarlos. Al consejero Ventura Gassol lo denuncia como colaborador del régimen del mariscal Pétain, y aunque respeta el sacrificio de Companys, lo pone a caldo también como a Tarradellas.
Lo que cuenta en ese libro es la operación de fuga de capitales a Francia, al Banco Nacional del Comercio y la Industria, cuando se veía que la guerra estaba perdida, para atender a las necesidades del gobierno catalán en el exilio. En ese banco se depositaban las bolsas con monedas de oro en una cuenta a nombre de Puig i Ferrater. Bolsas que llegaban al aeródromo de Le Bourget acompañadas por el consejero España.
Por este motivo, cuando se habla de la corrupción que nos corroe, debe quedar bien claro que no se trata de una generación, sino de una tradición de los políticos catalanistas.
La vida de este hombre, que fué catalanista de los independentistas, es muy curiosa. Nació en La Selva del Camp (Tarragona) en 1882 y murió en París en 1956 y está enterrado en el cementerio de Père Lachaise. Era hijo de madre soltera y de un desconocido rico propietario de aquella zona, por lo que sus dos apellidos son los de su madre. Aprobó el bachillerato en el Instituto de Tarragona mientras trabajaba en Reus, si la memoria no nos falla. Perteneció a Esquerra Republicana llegando a ser consejero de Seguridad Social de la Generalidad.
La razón por la que no se puede encontrar este libro es porque ha sido convenientemente retirado, ya que en él se habla con toda libertad del dinero que la Generalidad envió a Francia para la compra de material de guerra y también para el mantenimiento de los políticos exiliados posteriormente, de los que tuvo que convertirse en pagador no solamente durante la guerra civil, sino de los políticos de la Esquerra, a los que desmitifica implacablemente.
Testigo de los sucesos de octubre de 1934 en Barcelona, no deja de repudiarlos. Al consejero Ventura Gassol lo denuncia como colaborador del régimen del mariscal Pétain, y aunque respeta el sacrificio de Companys, lo pone a caldo también como a Tarradellas.
Lo que cuenta en ese libro es la operación de fuga de capitales a Francia, al Banco Nacional del Comercio y la Industria, cuando se veía que la guerra estaba perdida, para atender a las necesidades del gobierno catalán en el exilio. En ese banco se depositaban las bolsas con monedas de oro en una cuenta a nombre de Puig i Ferrater. Bolsas que llegaban al aeródromo de Le Bourget acompañadas por el consejero España.
Por este motivo, cuando se habla de la corrupción que nos corroe, debe quedar bien claro que no se trata de una generación, sino de una tradición de los políticos catalanistas.
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