domingo, 18 de octubre de 2009

Los cañones de Don Tomás

Cuenta Paulo Orosio, amigo y discípulo de San Agustin, y buen conocedor de los escritos de Suetonio, Tito Livio y Tácito, que siendo costumbre de los romanos el despreciar a los demás combatientes del mundo, y contar en todas las batallas innumerables muertos enemigos y pocos de los suyos, han distinguido muy particularmente a los españoles dedicándoles muchas veces los mayores elogios.

Por ello no debe sorprendernos que trataran de nutrir las unidades de su ejército con indígenas de Hispania, cortos de talla,recios de cuerpo, fieles y bravos en el combate, y capaces de soportar con estoicismo las penalidades de la guerra. Y al reclutar hispanos resolvía el ejército de Roma dos de sus principales problemas; por una parte nutría sus filas con magníficos soldados de los que Roma estaba muy necesitada para cubrir sus extensas fronteras desde Persia hasta el Atlantico. Por otra conseguía sustraer gente joven a las belicosas tribus hispanas cuya pacificación tanto les había costado en sangre y en prestigio, porque si la conquista de las Galias le había costado una campaña, les costó dos siglos la dominación de los hispanos, cuya dureza les llenó de asombro y de temor.

De ahí aquellas palabras con las que Pompeyo Trogo nos retrata: "...tienen el cuerpo preparado para la abstinencia y la fatiga, y el alma para la muerte". ¿Cómo iba Roma a prescindir de tales soldados..?

Por eso no deja de preocuparnos el abandono en que se encuentran nuestros soldados en Afganistán y el Líbano donde se encuentran faltos de medios adecuados para una guerra todo lo irregular que se quiera, pero guerra, con la excusa de que están realizando una misión de paz. Y todo ello nos trae a la memoria la historia de los cañones de Don Tomás, persona muy respetada no sólo en su Segovia natal sino por todo el Cuerpo de Artillería. Ilustre anciano a quien pude conocer en mi juventud porque en Filipinas había sido compañero de mi padre.

Don Tomás Sanz y Sanz había nacido en Zamarramala el 7 de marzo de 1858, y después de haber estudiado ocho años en el seminario de Segovia, decidió ingresar en la Academia de Artillería, de la que salió con el grado de Teniente en 1883. Poco antes de la rendición de Manila se encontraba mandando una batería en el fuerte de San Antonio Abad, que estaba situado a unos seis kilómetros de Manila y formaba parte del cinturón de la defensa y cara al mar.

A primeros de agosto de 1898, las tropas yankis desencadenaron una ofensiva opor la linea de la costa, y los cañones de Don Tomás habian repelido el ataque disparando 211 granadas ordinarias, 122 granadas de metralla, además de 33 botes de metralla que causaron bastantes pérdidas a la infantería enemiga, que estaba formada por el 1º de California, apoyado por el 3º de Artillería.

Al fracasar el ataque, el mando norteamericano decidió eliminar aquel obstáculo y dió orden a la escuadra del Almirante Dewey de aplastar con sus cañones a la batería española.

Seis buques de la escuadra, entre ellos el crucero protegido "Charleston" y el monitor acorazado "Monterrey" rompieron el fuego el 13 de agosto a las nueve y media de la mañana contra el fortin donde Don Tomás disponía de dos cañones Plasencia de 8 cm y otros dos del mismo calibre, pero de bronce, cuyo alcance máximo era de 5.ooo metros. Mientras tanto, la escuadra yanki situada a 11.000 metros de distancia, se dedicó a tirar al blanco contra el fuerte de San Antonio Abad, con proyectiles de calibres hasta el 30,5 cm.

A las 10 de la mañana las baterias de la escuadra ya habian corregido el tiro, con el resultado que puede verse en esta imagen


tomada poco después de izada la bandera de los EEUU en el fuerte.

Y como la escuadra yanki estaba situada a doble distancia del alcance de las piezas españolas, Don Tomás ni siquiera se tomó el trabajo de responder al fuego enemigo. Por otra parte, sus proyectiles poco daño podrian hacer en los 328 mm de acero que protegían el casco del "Monterrey", o a los 825 mm de celulosa del "Olympia", que también estaba en línea, y lo único que pudo hacer aquel puñado de valientes es aguantar estoicamente la rociada y, a lo sumo, dedicar a los marinos yankis alguna palabra deshonesta, cosa que Don Tomás jamás hizo en su vida, que fué un modelo de virtud y buenas costumbres.

Terminado el cañoneo, y destruida la batería, se recibió la orden de repliegue, y media hora más tarde, los yankis ocuparon el fortín sin disparar un tiro.

Había entonces en Manila un excelente plantel de artilleros y cualquier ejército europeo hubiera dado lo que se quisiera por disponer de una oficialidad como aquella, culta, disciplinada, con una excelente formación profesional, a la que se sumaba un temple y un heroismo sin los que es inútil pretender crear un ejército. Pero lo que ya no podian hacer es suplir con su escasa paga la cicatería con que el gobierno atendía a las necesidades de la defensa nacional.

Pusieron lo que tenian, que era mucho, pero lo que ya no podian hacer es poner de su bolsillo los cañones que el presupuesto les negaba.

El que quiera entender, que entienda.

1 comentario:

  1. Me encuentro con otra agradable sorpresa.Tengo todos articulos que publico mi abuelo en el ADELANTADO DE SEGOVIA,sobre la guerra de Filipinas,la orden del día de la academia de artilleria el día que se retiro.La llegada a Barcelona(hemeroteca de la Vanguardia)el el Vapor la isla de Luzon.He leido todos los articulos y los aplaudo.

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