martes, 25 de febrero de 2014

Religión y separatismo catalán

Yo no lo quito


Ayer comentábamos la que se organizó en Barcelona aquella Navidad de 1933 cuando, al producirse el fallecimiento del primer Presidente de la Generalidad Francisco Maciá, esta institución quiso organizarle un entierro "digno". Y a un entierro digno no debian faltar los sacerdotes que tenian que acompañar el cadáver y rezar sus preces por el difunto.

Lógicamente, el obispo de Barcelona Manuel Irurita no autorizó la presencia de sacerdotes en el entierro de un hombre afiliado a la masonería; pero los separatistas catalanes se las ingeniaron para que el cardenal Vidal y Barraquer, superior en la Iglesia al obispo Irurita, lo autorizara; y el cadáver del masón Maciá entró en la catedral de barcelona rodeado de sacerdotes que elevaban sus preces por el alma del difunto. Y es que Barcelona siempre ha sido la ciudad española que más masones ha proporcionado a lo largo de los dos últimos siglos. Debe ser cosa de la "modernidad".

El fallecimiento de Maciá catapultó a la presidencia a Lluis Companys, también masón, que en el año 1922 ingresó en la logia "Lealtad nº 6", que estaba situada en Barcelona en la calle de Aviñó, y hoy convertida Gran Logia Simbólica Española.

El tercer presidente de la Generalidad, ya en el exilio, fué Josep Irla i Bosch, que también era masón, lo mismo que Josep Tarradellas. O sea, que los cuatro primeros presidentes de la Generalidad fueron masones.

De los cuatro siguientes no podemos decir lo mismo porque no nos consta y no queremos  molestar a ninguno de ellos. El caso es que Artur Mas es ya el octavo presidente de la Generalidad de la Edad Contemporánea.

Esta extraña relación entre la Iglesia catalana y el independentismo catalán es la que ha hecho que, bajo el pontificado de Benedicto XVI, un grupo de sedicentes católicos catalanes  quiso, a través del Arzobispo Martinez Sistach, que se hiciera llegar a Su Santidad la petición de que "se inicie el proceso para reconocer al Presidente de la Generalitat Lluis Companys como "Siervo de Dios", primer paso hacia su beatificación".

Companys y el consul soviético Ovseenko en 1936

Lluis Compannys habia nacido en 1882 en El Terrós, que era una pedanía de Tornabous (Lérida) en el seno de una familia acomodada y propietaria de unas tierras. Incluso su madre era una baronesa de origen aragonés, cuya baronía habria podido heredar Lluis. De niño jugaba con el hijo de uno de los masoveros de las fincas de la familia que pasaría a la historia como "el noi del sucre", que se llamaba Salvador Seguí, que fué un notable sindicalista mientras que Companys estudiaba la carrera de abogado. Esta amistad debió dar lugar a que el futuro "President" trabajase como pasante del defensor de los sindicalistas (léase anarquistas en aquella época) llamado Francisco Layret. De donde viene la estrecha relación que hubo entre los anarquistas y el presidente de la Generalidad en aquellos años 30.

El 16 de octubre de 1910 contrajo matrimonio con Mercedes Micó Busquets, con la que tuvo dos hijos; "Lluiset", que nació en 1911 con serios problemas mentales, y María. El matrimonio tuvo lugar en la parroquia de la Inmaculada Concepción, en la calle de Lauria esquina a Aragón, y duró unos 23 años, hasta que la pareja se separó posiblemente debido a las andanzas del marido. que en 1933 se enamoró de una joven militante de Esquerra Republicana de Catalunya que se llamaba Carme Ballester.



Pero ocurría que esta mujer, que estaba casada, también había mantenido relaciones con otro dirigente de Estat Catalá, que se llamaba Miquel Badía, que fué asesinado en 1936 junto con su hermano Josep cuando salía de su casa de la calle de Muntaner. Y esto dió lugar a enfrentamientos entre ambos amantes, lo que era de dominio público en Barcelona.

A todo ésto, Companys, aunque separado de su primera mujer desde hacía tres años, todavía no estaba "oficialmente" divorciado. Y este divorcio lo consiguió en septiembre de 1936, a poco de haber comenzado la guerra civil, como puede verse en este documento



El 15 de octubre de 1940 sería fusilado en los fosos del castillo de Montjuich y su muerte, asistida por el padre Planas, castrense, y un sacerdote jesuita, fué quizás lo único digno que  hizo en su vida. Los que ahora escriben sobre su fusilamiento explican que el oficial que mandaba el pelotón y tuvo que darle el tiro de gracia, recuerdan que le cogió el pañuelo manchado de sangre para quedárselo como recuerdo. Lo que no explican es que el capitán Gonzalo Fernández Valdés, oficial de la Guardia Civil destinado en el Estado Mayor de la IV Region Militar, obligó al oficial a devolverle el pañuelo.

Suponemos que el Señor, en su infinita misericordia, le habrá perdonado. Pero de eso a beatificarlo hay un trecho muy largo que esta clerecía independentista no entiende.

Companys era el director del diario "La Humanitat"

      


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