lunes, 28 de mayo de 2012

Dos amores

Yo no lo quito

Este Asno de Rotterdam se va a permitir lanzar un rebuzno de satisfacción, tras haber leido una información del Vaticano en la que Benedicto XVI declaraba algo así como que la historia de la humanidad es la historia de dos amores.

Y es porque, hace ya  más de mil quinientos años, un hombre, una de las mentes más lúcidas que ha producido la cultura de Occidente, escribió un libro que es todo un tratado de filosofía de la Historia. EL libro se titulaba "De civitate Dei", (sobre la Ciudad de Dios), y el autor se llamaba Aurelio Agustín, Obispo de Hipona, Padre y Doctor de la Iglesia. En aquel libro, Agustin intentaba explicarnos lo que es la Ciudad de Dios, el Reino de Dios, y empezaba haciéndolo con una frase muy poética: "Fecerunt civitates duas amores duo" ; dos amores hicieron dos ciudades; aquellos que por amor a Dios llegaban a rechazar el amor a sí mismo, hicieron la Ciudad de Dios, y los que llegaban a rechazar el amor a Dios por amor a sí mismos, hicieron la ciudad terrenal. Y más adelante añadía: "...y nosotros dividimos al género humano en dos órdenes de personas; los que viven conforme a Dios y los que viven conforme al hombre".

Hace cosa de treinta años, este Asno tuvo ocasión de oir a un miembro de la clerecía progre que rechazaba los escritos del Obispo de Hipona, refiriéndose, principalmente a sus "Confesiones"; y como entre la cebada con que se alimenta este cuadrúpedo no aparece nada que se relacione con la Teología, no intentó siquiera discutir con aquel clérigo que, dicho sea de paso, no vestía ni sotana ni clergyman. Pero entendí que lo que le molestaba de San Agustin eran, precisamente sus "Confesiones".

Aurelio Agustin había tenido una juventud bastante "alegrete" (valga la palabra); su padre, Patricio, era pagano y su madre, Mónica (Santa Mónica); fué la que a fuerza de oraciones consiguió enderezar a aquel joven maestro de Gramática y Retórica, que llegó a tener un hijo, Adeodato, producto de una aventura, y que murió a los 20 años. En su madurez, Agustin nos muestra el arrepentimiento y el dolor de su corazón en esta obra.

La Religión Cristiana no es una Filosofía, sino una religión, que no es lo mismo. No es obra de intelectuales. Quizás los primeros "intelectuales" cristianos fueron San Juan y San Pablo, pero ellos no hicieron "filosofía" sino que se limitaron a propagar la doctrina que Cristo les había enseñado. Lo que llamamos "filosofía cristiana" aparece más tarde para apoyar con argumentos racionales las enseñanzas del Hijo de Dios, y quizás los primeros "filósofos cristianos" son Agustin, Boecio y Casiodoro y, curiosamente, en la ciudad de Pavía, en la basílica de San Pietro in Ciel d´Oro se encuentran los sepulcros de Agustin y de Boecio.


Basílica de San Pietro in ciel d´oro

A San Agustin le tocó vivir en una época muy agitada, viene al mundo en Tagaste cuando muere el emperador Valentiniano I y los godos se lanzan sbre el Imperio, empujados por los hunos, que atraviesan el Volga y los arrojan hacia Ocidente. La batalla de Adrianópolis, cerca de Constantinopla, en la que la caballería de los hunos derrota a las legiones de Valente en el mayor desastre de la Historia del Imperio Romano desde los tiempos de Aníbal.

A ver si ahora volvemos a San Agustin, bajo la batuta de Benedicto XVI. Alguien ha escrito, exageradamente que, tras la muerte de San Agustin, nadie ha dicho nada nuevo en la Historia de la Iglesia. ¡Hombre...! nosotros no nos atrevemos a decir estas cosas, pero nos alegrará volver a oir la voz de una de las mentes más lúcidas que ha producido la cultura de Occidente.

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