sábado, 30 de enero de 2010

La prensa amarilla y el ocaso de un imperio

"Everything is quiet. There is no trouble here
There will be no war. Y wish to return.

Remington"



"Please,remain. You furnish the pictures and I´ll
furnish the war.

W.R.Hearst"

Traducimos estos dos telegramas: "Todo está tranquilo. Aqui no hay problemas. Deseo regresar. Remington."

Respuesta: "Por favor, quédese.Usted encárguese de las fotos y yo me encargaré de la guerra. W.R.Hearst."
La "guerra chiquita", la "splendid little war", como la llamaron los americanos, constituye uno de los episodios más dramáticos de nuestra Historia de fin del siglo XIX. Repasando aquella "Antología de la zarzuela" que editaba Televisión Española, venía a nuestra mente el recuerdo de aquel coro de repatriados que hacía llorar a nuestras abuelas, muchas de las cuales tenían un hijo o un hermano muerto en la manigua, o esperaban a aquel novio que llegó poco menos que mendigando por los caminos de España, abandonado a su suerte y humillado por la indiferencia o la chabacana alusión después de haberse batido sin fortuna, pero con bravura digna de nuestros mejores dias. Muchos años más tarde hemos visto que se repetía la misma historia con los excombatientes del Viet Nam, y de ello nos dan fé las películas que nos han servido estos últimos años los estudios cinematográficos.
Testimonios respetables, y nada sospechosos de hispanofilia, han llegado a reconocer la verdad de nuestro soldadito vestido con uniforme de rayadillo a quie tocó vivir las horas más amargas que jamás vivió soldado español de nuestra Historia, y que hubiera hecho exclamar aquella frase. "Dios, que buen vasallo si oviera buen señor.." porque es humano que nadie quiera hablar de temas desagradables, y los poetas sólo cantan la gloria de los vencedores que pasan bajo "...los arcos triunfales ornados de blancas Minervas y Martes."
Durante el primer medio siglo pasado, a la derrota en Ultramar, y con ello la definitiva liquidación de lo que había sido nuestro imperio, de había unido el ultraje de considerarnos agresores, y la frase de "remember the Maine" (acuérdate del Maine) estaba impresa en las galletas que recibían nuestros prisioneros que esperaban, impacientes, el momento de la repatriación.
Terminada la contienda, y satisfecha con la victoria la ambición de los verdaderos responmdables de aquella guerra, un ligero repaso a las circunstancias históricas en el momento del hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana, hacía pensar a todo ser medianamente inteligente que España era la menos interesada en aquella intromisión de los EEUU en nuetros asuntos de Ultramar. Pero siempre quedó en el aire la duda, alentada por los furibundos del "manifest destiny".
Transcurridos más de cincuenta años de aquel incidente, ya empezaba a ser fácil encontrar incluso en libros escritos por americanos, frases reveladoras de que la verdad se ha abierto paso entre muchos de los ciudadanos de esa nación. Así, en la edición española del informe Buchanam sobre la muerte del Presidente Kennedy se pueden leer frases alusivas al también asesinado Presidente Mac Kinley: "...fué bajo su administración cuando se buscó, provocó y ganó la guerra de España sin resistencia por parte de los españoles, pero con una oposición prolongada y sangrienta por parte de algunos moradores de la antigua colonia española." Frase escrita en un tono duro y tajante que no deja lugar a dudas. Años más tarde, el informe del Almirante Rickower (el padre de los submarinos nucleares) dejaría bien claro que el hundimiento del Maine se debió a una explosión interna en un pañol junto a la santabárbara, con lo que la verdad quedaba definitivamente aclarada.
Pero antes, incluso, del informe de Rickower, en una biografía de William Randolph Hearst, un magnate de la prensa amarilla estadounidense, llevada al cine por Orson Welles, como "Citizen Kane" (el ciudadano Kane), nos dice que Hearst fué un ambicioso como muchos que han llegado a constituir esa élite de millonarios enriquecidos por procedimientos no siempre confesables, y de los que el citado Buchanan nos da buenas referencias en su informe, había enviado a La Habana al fotógrafo Remington en calidad de correponsal para que facilitara fotos de lo que se pudiera ver por la capital cubana. Este, aburrido porque no ocurría nada digno de ser mencionado, envió el primer telegrama a Hearst solicitando su regreso. La contestación ya hamos visto cual fué.
Y es que Hearst, que era el director de los periódicos Sun y New York Journal, tenía en el corazón de Manhattan una oficina donde trabajaban algunos refugiados cubanos que amañaban historias destinadas a crear un ambiente de hostilidad hacia España. Esto lo cuenta Swanberg en la biografía de W.R.Hearst:
"Most of the papers were guilty of these fabrications,but the greater offenders were the Cuba-loving SUN.the WORLD and the JOURNAL. Hearts´s JOURNAL, vigorously following the hero-villain line, led all the rest".
(La mayoría de los periódicos eran culpables de fabricar estas historias, pero los peores eran los amantes de Cuba SUN, WORLD y el JOURNAL El JOURNAL, de Hearst, siguendo la táctica del héroe y el villano, echó el resto.)
Así, se informaba a los lectores de la "práctica de la policía española" de registrar a las damas americanas que viajaban a Cuba para "evitar que transmitieran información a los rebeldes cubanos".





Estas cosas ocurrian antes de la voladura del Maine. Al producirse ésta, el JOURNAL apareció con esta portada.



En la que, para mayor cinismo, se ofrecen 50.000$ de premio a quien localice al autor de la catástrofe.

Pero hubo aún muchas otras historias para contar a cargo de esa prensa amarilla. En el próximo número hablaremos de ello para desintoxicarnos de las historias de lo que ocurre en esta pobre España.


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