El fracaso de la sublevación del 6 de octubre se debió a muchos factores. En primer lugar a una falta de organización que se manifestó desde el primer momento. Muy importante fué la escasa combatividad de los que iban a apoderarse de Barcelona, que fueron desertando desde los primeros momentos en cuanto vieron que había que luchar y morir por la República Federal Catalana, cosa que muy pocos estaban dispuestos a aceptar. Pero la actitud de la Guardia Civil y la deserción de una parte de los Guardias de Asalto, que se unieron a los militares, fué también muy importante.
La tropa que salió a la calle a combatir a los sublevados fueron dos compañías de Infantería, otra de ametralladoras, y dos secciones de Artillería de Montaña. Una de las compañías de Infantería estuvo, como ya hemos visto, en la Plaza de Cataluña; la otra tenía que llegar a la Plaza de San Jaime para proteger a los artilleros, y la de ametralladoras tenía que tomar posiciones en las casas próximas a la Plaza de San Jaime, donde se encontraban el Palacio de la Generalidad y el Ayuntamiento. Las dos secciones de Artillería de Montaña (2 piezas cada una) pertenecian a la primera y cuarta batería del 1º de Montaña, mandadas por los capitanes Kühnel y La Guardia y el conjunto por el Comandante D. José Fernandez Unzúe.
Por la calle de Jaime I apareció, a las 10 de la noche, la sección de obuses de 105/11 en columna de cargas, y al llegar a la entrada a la Plaza de San Jaime empezaron a descargar las piezas a unos 30 metros de la fachada del Palacio de la Generalidad. La compañía de Infantería no había llegado aún, de modo que estaban solos en el centro de la Plaza. El Capitán de Caballería Escofet, destinado en los Mozos de Escuadra, se dirigió a los artilleros gritando "¡Alto a Cataluña!", y el Jefe de los artilleros respondió : "¡Viva la República Española!"
La tropa que salió a la calle a combatir a los sublevados fueron dos compañías de Infantería, otra de ametralladoras, y dos secciones de Artillería de Montaña. Una de las compañías de Infantería estuvo, como ya hemos visto, en la Plaza de Cataluña; la otra tenía que llegar a la Plaza de San Jaime para proteger a los artilleros, y la de ametralladoras tenía que tomar posiciones en las casas próximas a la Plaza de San Jaime, donde se encontraban el Palacio de la Generalidad y el Ayuntamiento. Las dos secciones de Artillería de Montaña (2 piezas cada una) pertenecian a la primera y cuarta batería del 1º de Montaña, mandadas por los capitanes Kühnel y La Guardia y el conjunto por el Comandante D. José Fernandez Unzúe.
Por la calle de Jaime I apareció, a las 10 de la noche, la sección de obuses de 105/11 en columna de cargas, y al llegar a la entrada a la Plaza de San Jaime empezaron a descargar las piezas a unos 30 metros de la fachada del Palacio de la Generalidad. La compañía de Infantería no había llegado aún, de modo que estaban solos en el centro de la Plaza. El Capitán de Caballería Escofet, destinado en los Mozos de Escuadra, se dirigió a los artilleros gritando "¡Alto a Cataluña!", y el Jefe de los artilleros respondió : "¡Viva la República Española!"
Entonces salió del Palacio de la Generalidad el Jefe de los Mozos de Escuadra, que era el Comandante de Artillería D. Enrique Pérez Farrás, antiguo Capitán del 1º de Montaña, y compañero, por tanto, de D. José Fernández Unzúe.
Pérez Farrás había recibido la orden de Companys de defender el Palacio de la Generalidad con sus Mozos de Escuadra, que eran unos 200 distribuidos entre Generalidad y Ayuntamiento. Salió rodeado de unos cuantos y se encaró con Unzúe. Este le comunicó que se había declarado el Estado de Guerra y que tenía orden del General Batet de apoderarse de los edificios de la Generalidad y del Ayuntamiento. Mientras los artilleros estaban descargando las piezas, Perez Farrás ordenó abrir fuego a los Mozos de Escuadra y cayeron heridos, levemente en un hombro, el Capitán Kühnel y siete artilleros, uno de los cuales murió pronto y otro gravemente herido. El resto se refugió en los portales de la Plaza devolviendo el fuego con sus mosquetones, y los mulos excepto uno muerto y tres heridos, salieron disparados hacia las cuadras del cuartel. Los Mozos de Escuadra se retiraron al interior del Palacio.
Mientras tanto, bajaba por la Vía Layetana un contingente de Guardias de Asalto y escamots con la intención de atacar por la espalda a los artilleros, pero se encontraron con que la compañía de Infantería acababa de llegar y los rechazó, y la compañía de ametralladoras tomó posiciones por los terrados de las casas que rodeaban la Plaza de San Jaime. Fernández Unzúe ordenó ocupar sus puestos a los artilleros, que manejaron sus piezas bajo el fuego enemigo. Mientras tanto, grupos de escamots que ocupaban la Plaza de San Jaime salieron disparados en todas direcciones.
Si los Mozos de Escuadra hubieran tenido arrestos, podían haberse apoderado de las piezas y expulsar a los artilleros que habían quedado sorprendido por aquel ataque repentino. Prefirieron refugiarse en el Palacio de la Generalidad. Todo ello demuestra que Fernandez Unzúe actuó con temeridad y su comportamiento fue verdaderamente valeroso.
A eso de la una de la madrugada, las piezas de artillería hicieron una veintena de disparos contra el Palacio de la Generalidad y el Ayuntamiento. Los proyectiles no llevaban espoleta para no hacer demasiados destrozos ni víctimas mortales.
A las dos y media cesó el fuego por ambas partes; entonces entró en la plaza la otra sección de artillería al mando del Capitán D. José de la Guardia y las otras dos piezas entraron en posición.
A las cinco y media, aproximadamente, volvió a producirse el tiroteo, y los artilleros hundieron la puerta de la Generalidad, y a las seis y veinte el chófer de Perez Farrás sacaba una toalla blanca anunciando la rendición. Entonces entró en Palacio el Comandante Fernandez Unzúe con un pelotón de soldados con la bayoneta calada.
Pérez Farrás había recibido la orden de Companys de defender el Palacio de la Generalidad con sus Mozos de Escuadra, que eran unos 200 distribuidos entre Generalidad y Ayuntamiento. Salió rodeado de unos cuantos y se encaró con Unzúe. Este le comunicó que se había declarado el Estado de Guerra y que tenía orden del General Batet de apoderarse de los edificios de la Generalidad y del Ayuntamiento. Mientras los artilleros estaban descargando las piezas, Perez Farrás ordenó abrir fuego a los Mozos de Escuadra y cayeron heridos, levemente en un hombro, el Capitán Kühnel y siete artilleros, uno de los cuales murió pronto y otro gravemente herido. El resto se refugió en los portales de la Plaza devolviendo el fuego con sus mosquetones, y los mulos excepto uno muerto y tres heridos, salieron disparados hacia las cuadras del cuartel. Los Mozos de Escuadra se retiraron al interior del Palacio.
Mientras tanto, bajaba por la Vía Layetana un contingente de Guardias de Asalto y escamots con la intención de atacar por la espalda a los artilleros, pero se encontraron con que la compañía de Infantería acababa de llegar y los rechazó, y la compañía de ametralladoras tomó posiciones por los terrados de las casas que rodeaban la Plaza de San Jaime. Fernández Unzúe ordenó ocupar sus puestos a los artilleros, que manejaron sus piezas bajo el fuego enemigo. Mientras tanto, grupos de escamots que ocupaban la Plaza de San Jaime salieron disparados en todas direcciones.
Si los Mozos de Escuadra hubieran tenido arrestos, podían haberse apoderado de las piezas y expulsar a los artilleros que habían quedado sorprendido por aquel ataque repentino. Prefirieron refugiarse en el Palacio de la Generalidad. Todo ello demuestra que Fernandez Unzúe actuó con temeridad y su comportamiento fue verdaderamente valeroso.
A eso de la una de la madrugada, las piezas de artillería hicieron una veintena de disparos contra el Palacio de la Generalidad y el Ayuntamiento. Los proyectiles no llevaban espoleta para no hacer demasiados destrozos ni víctimas mortales.
A las dos y media cesó el fuego por ambas partes; entonces entró en la plaza la otra sección de artillería al mando del Capitán D. José de la Guardia y las otras dos piezas entraron en posición.
A las cinco y media, aproximadamente, volvió a producirse el tiroteo, y los artilleros hundieron la puerta de la Generalidad, y a las seis y veinte el chófer de Perez Farrás sacaba una toalla blanca anunciando la rendición. Entonces entró en Palacio el Comandante Fernandez Unzúe con un pelotón de soldados con la bayoneta calada.
Esta es la salida de los Mozos de Escuadra después de la rendición. en dirección a la Jefatura de Policía de Barcelona.
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