sábado, 28 de noviembre de 2009

Pacíficos y pacifistas

"...No has de buscar la paz para hacer la guerra, sino que has de hacer la guerra para conseguir la paz. Se, pues, pacífico, aún cuando peleas, para que conduzcas a las ventajas de la paz aún a los mismos contra quienes peleas..."
Estas frases pertenecen a una carta dirigida por el Obispo de Hipona, Aurelio Agustin, al Conde Bonifacio, en un momento en que los vándalos de Genserico se disponian a caer sobre lo que hoy es el territorio de Túnez. El Conde había planteado una consulta al Obispo Agustin sobre si sería más grato a Dios que entrara como monje en un monasterio de aquellos que Agustin estaba fundando, o que continuara en la milicia.
A alguno podrá parecer al leer estas lineas que el llamado "Genio de Europa" está haciendo filigranas con el concepto de paz, guerra, pacífico, pelea, como si deseara eludir la responsabilidad de una respuesta clara, saliéndose por la tangente. Sin embargo, lo único que hace es exponer lo que, desde el Evangelio, ha sido siempre y será la doctrina de la Iglesia.
En el momento actual, la palabra "paz" es la que más se oye. Congresos por la paz, Organizaciones para la paz, manifestaciones en pro de la paz.....Y hasta tal punto parece ser la paz el problema más importante del mundo moderno, que gentes de buena fé ven en la Iglesia más que su misión "santificadora", una misión "pacificadora".
También la palabra "paz" es la que más se repite en la liturgia cristiana, porque el Hijo del hombre vino a esta terra "para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz" (Lucas-1-79).
Pero no puede decirse que lo contrario de la paz sea la guerra, porque a la paz se oponen otras realidades distintas de la guerra como son la pobreza, el hambre, el dolor, la ignorancia, la envidia, el pecado, etc. que son como semillas ocultas en el espíritu humano y que cuando afloranatormentan al hombre, privándole de la paz.
La guerra es, ciertamente, el mayor enemigo de la paz material, pero no es su único concepto antagónico. Y, como en la historia del huevo y la gallina, nunca se llega a saber si la paz es el término de la guerra, o si la guerra es el término de la paz. Porque hay paces que envilecen al hombre y paces que lo dignifican. Paces que llenan el espíritu humano, y paces que dejan en él un vacío angustioso. Paces que unen a los hombres y paces que los dividen. Paces, incluso, que dejan establecidos los cimientos de una nueva guerra, como hemos visto al final de la I Guerra Mundial, en Versalles.
El cristiano es, fundamentalmente "pacifico", pero lo que no puede ser es "pacifista".
El objetor de conciencia podrá tener, a título personal, sus razones o sus sinrazones para eludir el servicio de las armas, pero lo que nunca podrá hacer es esgrimir el Evangelio para tranquilizar su conciencia objetante. Y si es evidente que si todos los pueblos aceptaran y practicaran las enseñanzas evangélicas las guerras no se suscitarían, también lo es que ese ideal de paz terrena está, en el Evangelio, totalmente descartado.
El pacifista cree que la paz consiste en la ausencia de guerras. Considera que la paz es dispensadora de todos los bienes, cuando la realidad que a diario constatamos es que es el bien el verdadero dispensador de todas las paces. Para el pacífico la paz está fuera de toda jerarquia de valores, porque para él no es un valor simple sino compuesto, Y en la paz, como dijo certeramente Juan XXIII en su "Pacem in terris", entran los elementos constitutivos de la "verdad, la justicia, el amor y la libertad".

1 comentario:

  1. La "paz" al final de la Primera Guerra Mundial, llevaba en su mochila la segunda... nadie sabe, mejor que un soldado, el valor de la paz.

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